El homo sapiens sapiens, un ser caracterizado por la reflexión, por su capacidad para pensar, se está convirtiendo en un homo videns, una criatura que mira pero que no piensa, que ve pero que no entiende.
El proceso comienza desde la infancia. La
televisión es la primera escuela del niño, en donde se educa con base
en imágenes que le enseñan que lo que ve es lo único que cuenta. El niño aprende de la televisión antes que de
los libros: se forma viendo y ya no lee. Dicha
formación va atrofiando su capacidad para comprender, pues su mente
crece ajena al concepto. De esta manera, los estímulos ante los
cuales responde cuando es adulto son casi exclusivamente audiovisuales. Si
el niño crece junto al televisor, su concepción del mundo se vuelve una
caricatura; conoce la realidad por medio de sus imágenes y la reduce a
éstas. Su capacidad de administrar
los acontecimientos que lo rodean está condicionada a lo visible.
Sartori no ignora las repercusiones políticas que acarrea el surgimiento del homo videns. Si
es cierto que la democracia es el gobierno de la opinión, y que los
medios son, en gran medida, formadores y
transmisores de la misma, entonces la importancia que adquieren como
instrumentos de y del poder es enorme. En el mundo del homo videns
no hay más autoridad que la de la pantalla: el individuo sólo cree en
lo que ve (o en lo que cree ver). Sin embargo, la imagen también miente;
puede falsear los hechos con la misma facilidad que cualquier otro
medio de comunicación, con la diferencia de que la imagen hace la mentira más eficaz y, por tanto,
más peligrosa. Además, la propia
naturaleza del espacio televisivo tiende a
descontextualizar las imágenes que transmite, pues mientras se ocupa de
las últimas noticias y de las imágenes más escandalosas, margina otros
aspectos que aunque pueden ser más importantes que los que se ven, no
son, plásticamente, tan atractivos.
Nos
encontramos en plena revolución multimedia. Esta revolución está
transformando al homo sapiens, producto de la cultura escrita, en un
homo videns para el cual la palabra ha sido destronada por la imagen.
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